Óscar y Félix, unidos por su circunstancia sentimental y por su estado civil, deciden compartir el piso del primero, con la intención de sobrellevar el momento de Félix, con su recién estrenada soltería y todavía inmerso en ese mar de dudas, que es el abandono.
Uno, acomodado en su estatus de soltero vividor, el otro, maniático y meticuloso. Una convivencia claramente abocada al fracaso. Incompatible. Alocada y descacharrante por momentos.
La Extraña Pareja, nos ejemplifica lo que las diferencias de caracteres y de cómo entender la vida, puede llegar a hacer en la convivencia. Eso sí, en tono de comedia, y con los increibles Jack Lemmon y Walter Matthau en unos papeles inolvidables.
Existe este punto de divergencia, de extraña relación entre las personas. Porque somos diferentes, con diferentes historias y diferentes caminos. Pero lo que si es más extraño es la convivencia que soportamos diariamente. Una convivencia que a veces se convierte en un infierno, y otras veces en la más absoluta maravilla. Me estoy refiriendo a esas dos partes de nuestro yo, que eternamente se verán las caras: nuestra parte Félix, racional, metódica, lógica y nuestra parte Óscar, instintiva, impulsiva e impredecible.
Estoy empezando a escuchar a mi Óscar interior. Hay que aprender a oirlo, a saber que es lo que dice y cómo lo dice. Asusta la principio, pero muchas veces es simplemente dejarse llevar. Y os voy a ser sincero, no me va del todo mal. Habitualmente tenemos a Óscar encerrado en su habitación, rodeado de sudokus, puzzles y demás juegos lógicos. Pero Óscar es más de escondite, de jugar a las tinieblas, de saltar la verja del vecino a robarle la fruta, de guerra de almohadas. De cantar sin venir a cuento, o salir a bailar en momentos en los que nadie baila.
Óscar está triste, ha perdido las ganas de salir. De vez en cuando da un grito de auxilio y lo oímos. Y cómo? A través de una sensación repentina de peligro. O a través de una persona que nos da buen rollo según la vemos. O con una decisión que sabemos equivocada de antemano. Ese es Óscar, pidiendo a gritos salir, hacerse presente.
He empezado a redecorar. He tirado algún tabique, y Óscar está más a gustito. Hasta tiene un ventanal donde asomarse y lanzar aviones de papel! Pero todavía me asusta que conviva con Félix, el gran controlador. El que lo tiene todo en orden y todo milimetrado. A las once a la cama. Desayuno entre las ocho y las ocho y media. Nada de ruidos a partir de las doce. Félix ha dirigido mi vida durante gran parte de la misma. No tengo queja, faltaría más. Pero a veces, la lógica, lo normal, lo previsible, lo rutinario ya no es suficiente. Hace falta algo más. Y en esas estoy.
La vida me ha enseñado que tiene más de imprevisible, de loca e inesperada que de lógica y estructurada. Y si no escuchamos a Óscar de vez en cuando, estamos perdidos en una realidad que como bien dice el dicho "supera a la ficción".
Habeis identificado a vuestro Yo instintivo (bautizarlo como querais, para eso es vuestro), lo habeis escuchado, le habeis hecho caso de vez en cuando? Y ahora recordad...cómo os ha ido?
Encontrar un equilibrio entre los dos sería lo ideal. Una bonita morada, lo suficientemente grande para que los dos estuvieran a gusto. Con jardin y columpio para que Oscar hiciera de las suyas. Y biblioteca y cocina panelada, para que Félix no tuviera nada que decir. Pero que los dos tengan su espacio, su sitio y que nosotros, como buenos caseros, les hagamos caso por igual, y si no por igual que tengamos a ámbos en cuenta.
Hoy Óscar, Félix y yo, nos estamos empezando a reconciliar. A iniciar una aventura que promete apasionante. Y yo me pregunto, qué tipo de anfitriones queremos ser? Saquemos nuestras mejores viandas, guirnaldas y flores, farolillos y una piñata. Hagamos una fiesta. (Eso si con posavasos para que a Félix no le de el ataque) Ámbos la merecen!
La Extraña Pareja, nos ejemplifica lo que las diferencias de caracteres y de cómo entender la vida, puede llegar a hacer en la convivencia. Eso sí, en tono de comedia, y con los increibles Jack Lemmon y Walter Matthau en unos papeles inolvidables.
Existe este punto de divergencia, de extraña relación entre las personas. Porque somos diferentes, con diferentes historias y diferentes caminos. Pero lo que si es más extraño es la convivencia que soportamos diariamente. Una convivencia que a veces se convierte en un infierno, y otras veces en la más absoluta maravilla. Me estoy refiriendo a esas dos partes de nuestro yo, que eternamente se verán las caras: nuestra parte Félix, racional, metódica, lógica y nuestra parte Óscar, instintiva, impulsiva e impredecible.
Estoy empezando a escuchar a mi Óscar interior. Hay que aprender a oirlo, a saber que es lo que dice y cómo lo dice. Asusta la principio, pero muchas veces es simplemente dejarse llevar. Y os voy a ser sincero, no me va del todo mal. Habitualmente tenemos a Óscar encerrado en su habitación, rodeado de sudokus, puzzles y demás juegos lógicos. Pero Óscar es más de escondite, de jugar a las tinieblas, de saltar la verja del vecino a robarle la fruta, de guerra de almohadas. De cantar sin venir a cuento, o salir a bailar en momentos en los que nadie baila.
Óscar está triste, ha perdido las ganas de salir. De vez en cuando da un grito de auxilio y lo oímos. Y cómo? A través de una sensación repentina de peligro. O a través de una persona que nos da buen rollo según la vemos. O con una decisión que sabemos equivocada de antemano. Ese es Óscar, pidiendo a gritos salir, hacerse presente.
He empezado a redecorar. He tirado algún tabique, y Óscar está más a gustito. Hasta tiene un ventanal donde asomarse y lanzar aviones de papel! Pero todavía me asusta que conviva con Félix, el gran controlador. El que lo tiene todo en orden y todo milimetrado. A las once a la cama. Desayuno entre las ocho y las ocho y media. Nada de ruidos a partir de las doce. Félix ha dirigido mi vida durante gran parte de la misma. No tengo queja, faltaría más. Pero a veces, la lógica, lo normal, lo previsible, lo rutinario ya no es suficiente. Hace falta algo más. Y en esas estoy.
La vida me ha enseñado que tiene más de imprevisible, de loca e inesperada que de lógica y estructurada. Y si no escuchamos a Óscar de vez en cuando, estamos perdidos en una realidad que como bien dice el dicho "supera a la ficción".
Habeis identificado a vuestro Yo instintivo (bautizarlo como querais, para eso es vuestro), lo habeis escuchado, le habeis hecho caso de vez en cuando? Y ahora recordad...cómo os ha ido?
Encontrar un equilibrio entre los dos sería lo ideal. Una bonita morada, lo suficientemente grande para que los dos estuvieran a gusto. Con jardin y columpio para que Oscar hiciera de las suyas. Y biblioteca y cocina panelada, para que Félix no tuviera nada que decir. Pero que los dos tengan su espacio, su sitio y que nosotros, como buenos caseros, les hagamos caso por igual, y si no por igual que tengamos a ámbos en cuenta.
Hoy Óscar, Félix y yo, nos estamos empezando a reconciliar. A iniciar una aventura que promete apasionante. Y yo me pregunto, qué tipo de anfitriones queremos ser? Saquemos nuestras mejores viandas, guirnaldas y flores, farolillos y una piñata. Hagamos una fiesta. (Eso si con posavasos para que a Félix no le de el ataque) Ámbos la merecen!
Y que nadie se tenga que marchar, aqui hay sitio para todos/as!
Espacio para ti para mi y para quien venga! ;) Jornadas de puertas abiertas y con ganas de saborear el desayuno de cada uno de los partenrs que cada día se despiertan en mi cerebro occipital, parietal o reptiliano. Columpio para Oscar y Biblioteca para Félix... me encanta!
ResponderEliminarBiquiño!